Introducción
Para saber más…
Hasta hace pocos años el conocimiento que teníamos en La Rioja de los primeros siglos medievales, es decir desde la constitución de la monarquía visigoda y su posterior hundimiento, de la conquista islámica y de la presencia de los mozárabes, era escaso y basado sobre todo en las fuentes escritas. Y eso a pesar de que es la época en que vivió San Millán de la Cogolla. Pero las últimas campañas en Contrebia Leucade y las prospecciones sistemáticas están sacando a la luz las formas de vida de estas gentes que los distintos cambios políticos y religiosos impusieron en su cultura.
Pero a partir del siglo X, con la reconquista por astur-leoneses y navarros de lo que hoy La Rioja Alta y el traslado de la corte de Pamplona a Nájera, conocemos mucho mejor los acontecimientos sucedidos y la consolidación de los reinos cristianos, a través de una política matrimonial que garantiza las alianzas, una actividad constructiva que permite la rápida comunicación entre unos y otros, y una unificación de leyes que asegura la convivencia.
Como consecuencia de la política matrimonial, La Rioja y las tierras al sur del Ebro quedan incorporadas al reino de Castilla. Alfonso VI había conquistado Toledo en 1085 y llevado la frontera al Tajo, y por el Norte había un movimiento de gentes atraídos por el fenómeno de la peregrinación a Compostela desde el S. IX. De modo que urgía una modernización basada en la rapidez de comunicación interna y con el resto de Europa y la seguridad jurídica para la población.
Para ello los reyes construyeron caminos, puentes, hospederías y hospitales que dieran cobijo a los peregrinos. Y estas construcciones se hicieron con un estilo nuevo, el Románico, el primer estilo medieval de Europa, ejecutado por maestros y cuadrillas itinerantes, que trabajaban allí donde les llamaran, e iban trayendo y llevando influencias de un lado a otro del Camino. Entre los primeros monasterios están los de S. Millán, S. Martín de Albelda y Santa María la Real de Nájera, aunque de este primer románico poco queda en La Rioja y los ejemplos más antiguos conservados son la primera época de la catedral de Sto. Domingo y el conjunto de iglesias rurales que llenan La Rioja Alta y dejaron algunos ejemplos en la Baja.
Pero por el Camino de Santiago también llegaron gentes con intención de quedarse, dedicadas al comercio y a la actividad artesanal, que recibieron el nombre genérico de francos. Estas gentes eran bien recibidas como instrumentos dinamizadores de la vida urbana pero su diversidad de origen hizo necesario dar a las ciudades fueros, es decir, cuerpos jurídicos que unificaran usos y costumbres, y con el tiempo un mismo fuero se fue concediendo a distintas poblaciones con el deseo de unificar el marco legal. En 1095 Alfonso VI concedió el fuero a Logroño y su texto se extendió a gran número de poblaciones de La Rioja y Alava, a la mayoría de las guipuzcoanas y a todas las vizcaínas.
Los fueros son la base de la vida urbana que se desarrolla a partir del S. XIII como algo distinto de la vida rural, reforzada con el comercio de mercados semanales y ferias anuales. Las villas se sienten seguras y comienzan a impulsar un urbanismo determinado de calles porticadas y plazas para la actividad de tiendas y talleres, protegidas por una muralla que también servía de refugio a las aldeas circundantes.
Esta nueva sociedad tiene que afrontar construcciones nuevas y muestras de su nuevo estatus, y para ello emplea un lenguaje nuevo, el Gótico, que las distingue de las generaciones anteriores y se convierte en el estilo de las ciudades, costeado por los habitantes, los gremios o los concejos.
De esta época son todas las poblaciones que han llegado a nuestros días. Se construyen las murallas de Briones, Haro, Cervera, Calahorra y Santo Domingo, y castillos vinculados a los nuevos señores, como Agoncillo, Leiva, Cuzcurrita y Sajazarra. También palacios o casas urbanas, y el callejero de Logroño es ejemplo de la organización urbana con nombres de calles como Carnicerías, Herrerías, Mercaderes, Plaza del Mercado…