Romanización

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Introducción
En su objetivo de conquista militar de la Península Ibérica, los romanos llegan al Valle del Ebro a lo largo del S. II a.C. y una de sus primeras fundaciones fue Gracurris, Alfaro, en 179 a.C. La Rioja Baja es además escenario de las guerras civiles entre Sertorio y Pompeyo, pero una vez conseguida la paz se inicia un largo proceso de romanización, es decir, de unificación cultural, social, económica, política e institucional en una civilización común, la de Roma, y Tritium Magallum, Tricio, se convirtió en uno de los mayores productores de vajilla que abasteció las mesas de todo el Imperio.
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La entrada de los romanos en la Península Ibérica es consecuencia de su enfrentamiento con los cartagineses que desde Cartago, su capital al norte de la actual Túnez, controlaban las vías comerciales del Mediterráneo occidental y habían llegado a establecer colonias y factorías en las Baleares y costas levantinas españolas con centro en Cartagonova, Cartagena.

Pero el objetivo inicial de los romanos no es su conquista, sino la eliminación de los cartagineses y la privación de los recursos que obtenían de sus colonias. Y cuando consiguen ésta en 206 a. C., abordan entonces la conquista sistemática para dominar las fuentes de aprovisionamiento de sus enemigos y evitar su recuperación, que duró hasta finales del siglo I a. C.

Carentes de un proyecto organizativo para Hispania, a lo largo de estos dos siglos los romanos se limitaron a dividirla en dos provincias: Hispania Citerior al norte e Hispania Ulterior al sur, y a fundar ciudades para el asentamiento de sus colonos y veteranos. Una de las primeras fundaciones fue Gracchurris, Alfaro, por T. Sempronio Graco en 179 a. C. Se iniciaba así un largo proceso de romanización, es decir, de unificación cultural, social, económica, política e institucional en una civilización común, la de Roma, con la adopción de la lengua y escritura latina, la asimilación de creencias, y finalmente el disfrute pleno del derecho romano.

El nivel de vida se manifiesta sobre todo en las ciudades, donde por primera vez se desarrolla una arquitectura al servicio de las necesidades públicas y privadas. Se hacen grandes redes de comunicación, se asegura el abastecimiento de agua, y se construye el alcantarillado. Los edificios disponían de agua y calefacción, y llegaron a tener acabados verdaderamente suntuarios. Y todo ello gracias al perfeccionamiento de las técnicas constructivas a partir del ladrillo, la piedra y el mortero de cal que daba gran dureza a la cohesión de las piezas.

Los bienes de consumo se diversificaron en una gran variedad de productos distintos y diferenciados para cada uso, dando lugar a objetos que son testimonio de la perfección técnica, de sus gustos decorativos y, consecuentemente, de sus ideas, usos y creencias al incorporar a la ornamentación escenas de la vida cotidiana o de los mitos religiosos.

Uno de estos productos singulares y característicos fue la terra sigillata, literalmente barro sellado, cerámica de superficie roja brillante, hecha parcialmente a molde, que lleva estampillado en el barro tierno el sello del alfarero, lo que nos ha permitido no sólo conocer todos aquellos que se dedicaron a este oficio, sino la dispersión que alcanzaron sus piezas. A mediados del siglo I d. C. Hispania tenía un gran número de centros productores alrededor de dos focos fundamentales: Andujar en Jaén, y Tritium Magallum, el actual entorno de Tricio de La Rioja, tan prolífica que hasta el S. III fue uno de los grandes abastecedores de vajilla de mesa del Imperio, habiéndose encontrado sellos de sus alfareros en Germania y Britania, entre otros muchos lugares.

 Al lado de esta importante actividad que ocupó a muchas otras localidades de la zona, en La Rioja también se han encontrado talleres de hueso (Calahorra), metales y textiles (Varea) y de vidrio y cerámicos (La Maja, Pradejón).

 Pero la principal actividad económica fue la agricultura y la ganadería, cuyos productos se comercializaban en el mercado local o se enviaban para abastecimiento de la metrópoli.

Calagurris Iulia fue sin duda la ciudad romana más importante de La Rioja y centro de atracción económica, social y política. Además de todas las instalaciones urbanísticas contaba con un circo, cuya huella se conserva en el Paseo del Mercadal, y nos ha dejado el conjunto de estatuas religiosas más completo. Sin embargo el mayor templo del que tenemos restos estaba en Tricio, cuyas grandes columnas se conservan en la Ermita de Nuestra Señora de Arcos.

Piezas destacadas